lunes, 7 de junio de 2010

noera justo  porque el pais nesesitaea nuevos ideales.




DESARROLLO


 La ponencia de Alfonso de María y Campos, titulada “Los científicos: actitudes de un grupo de intelectuales porfirianos frente al positivismo y la religión”, formó parte de una serie de ponencias en la VI Conferencia de Historiadores Mexicanos y Estadounidenses celebrada en el año de 1981, en la Universidad de Chicago, en la que se presentaron investigadores como Alan Knight, Jean Meyer, Enrique Krauze, Enrique Florescano y D. A. Brading (dos de ellos leídos en el curso, como Knight y Brading).




Es de importancia mencionar que todos son especialistas en estudios de temas mexicanos, que pueden ir desde lo Prehispánico, hasta temas relacionados con la Revolución Mexicana. Además de historiadores, hubo un gran número de politólogos y sociólogos, sin dejar de lado que algunos personajes figuran en la política, como es el caso de Alfonso de María y Campos, lo que enriqueció el encuentro en gran medida. En esta celebración, se reunieron intelectuales de diversas corrientes: positivistas, idealistas, marxistas, historicistas, funcionalistas, de izquierda, de derecha, de muchas ideologías, fácticos, interpretativos, originales, repetidores, proclives a las coyunturas, enamorados de las estructuras, de voz llana y de palabra declamatoria.



De las 66 ponencias apegadas al temario de la reunión, hay 39 que se ocupan del llamado pasado inmediato y el presente; cuatro ponencias respectivas a Vicente Lombardo Toledano; dos sobre el marxismo; la relativa a la generación de 1929; la de Soto y Gama; las otras sobre los intelectuales mexicanos de 1910 a 1920; otras referentes al siglo vigente y la aportación mayor sólo mira a los últimos ochenta años.



Alfonso de María y Campos inicia su ponencia con una remembranza de la evolución que el tema del Porfiriato ha experimentado a lo largo de los tiempos en diversos estudios, explica que, por más de medio siglo, desde la caída del régimen porfirista, los historiadores contribuyeron a crear la llamada “leyenda negra” del Porfiriato, es decir, el tema fue tratado por viajeros e historiadores anglosajones como una especie de alabanza a “la paz porfiriana”.



Posteriormente, durante las primeras seis décadas del siglo XX aparecieron una serie de escritos que no eran más que ataques, no muy bien documentados, acerca del tema. Esta última tendencia, ayudó a construir en los gobiernos posrevolucionarios una especie de “mito útil” que, en palabras del autor, poco ha servido para dar explicación a la política e historia del período.



María y Campos, menciona que en los últimos diez años, la Historia moderna de México de Daniel Cosío Villegas, en sus 7 tomos, presenta a los lectores una interpretación mucho más completa y alejada del concepto del Porfiriato como una fuerte dictadura personalista; pero aunque en el tema del Porfiriato se ha logrado un significativo avance, en el estudio del grupo de políticos en el poder, conocido como los científicos, sucede lo contrario. A los científicos se les ha caracterizado como corruptos, intrigantes, monopolizadores, racistas y como una causa que desató la Revolución de 1910. El estudio de Cosío Villegas llega a considerar a los científicos como un misterio, para María y Campos, este tema tiene en sí mismo su “leyenda negra”, que como quiera que se les considere, pertenecen al mundo de los perdedores, son blanco de todo tipo de críticas, y han llegado a monopolizar el papel de villanos en la historiografía del Porfiriato antes, durante y después de la Revolución.



Para Luis Cabrera, abogado del bufete jurídico “Maclaren y Hernández” que representó a la Compañía angloamericana del Tlahualillo contra la política oficial en materia de aguas federales, su articulo “El partido científico” publicado en El Partido Democrático y en Obras Políticas, dice que los científicos eran un grupo de financieros desleales y antidemócratas ligados al capital extranjero, considerados como cobardes, sajonizantes, racistas, eclécticos y hermafroditas, si bien inteligentes e ilustrados. En pocas palabras, el trabajo de Cabrera, es un ataque político.



En el caso de Francisco Bulnes, que fue miembro del grupo de los científicos, en su libro El verdadero Díaz y la Revolución, se encargó de eximir a sus colegas de las infamias de corrupción, pero no de las de favoritismo y soberbia. María y Campos menciona que la caracterización que Bulnes hizo del porfiriato, ayudó a alimentar la “leyenda negra” que el mismo Bulnes señala como calumnia y sirvió de blanco para derrocar a la dictadura porfiriana.



Maqueo Castellanos, en su novela de la Revolución, La ruina de la casona, deja ver su opinión acerca de los científicos: son ricos, viven con lujos, visten ropas importadas y gozan de beneficios por ser parientes o amigos de políticos.



Respecto a Leopoldo Zea en El positivismo en México, Maria y Campos apunta este trabajo como profesional en todo sentido, como un buen estudio a profundidad del positivismo mexicano y sus conclusiones respecto a lo que el autor llama “la expresión política del positivismo mexicano”, resultan estar basadas en el caudal de obras que dieron origen a la “leyenda negra” del Porfiriato. Para María y Campos, Zea se aproxima a los científicos por el lado de las ideas, pero como antes ha entendido el positivismo mexicano, como una ideología adaptada e instrumento para justificar los intereses de la burguesía, de la dictadura porfirista. De este modo, al hacer equivalente al grupo de científicos a una clase social, el autor descarta la posibilidad de conocer a profundidad al grupo.



Al referirse a los estudios que se interesaron más por este grupo están William Raat y Charles Hale. William Raat, en Positivism in Diaz´s Mexico, 1876-1910: An Essay in Intellectual History, tesis doctoral en la Universidad de UTAH, USA de 1967, define al positivismo exclusivamente como la filosofía de Comte. Hace un intento por demostrar si los científicos fueron positivistas, es decir, comtianos y llega a la conclusión de que no lo fueron, porque el positivismo mexicano se vio alimentado tanto de ideas de Comte, como de Darwin, Stuart Mill y Spencer, y que la obra escrita por los científicos, no fue filosófica ni teórica propiamente. Charles Hale, en “Scientific Politics and the Continuity of Liberalism in Mexico, 1867-1910, en Dos revoluciones. México y los Estados Unidos. México, opta, al igual que Zea, por considerar como predominante la participación del positivismo en México durante el Porfiriato. El origen de éste, lo encuentra en los políticos europeos: Taine y Thiers en Francia y Cautelar en España. Para Maria y Campos, esta conclusión es muy importante, porque los científicos se distinguieron más por su participación en la política, la economía, y la administración pública, desde la perspectiva del positivismo, que a su contribución a la teoría del positivismo mexicano. Otra aportación importante de Hale, es la hipótesis que hace sobre la continuidad en la historia de las ideas del México independiente. Es decir, una continuidad entre República Restaurada, Porfiriato y el México posrevolucionario. María y Campos menciona que a diferencia de Zea, Hale encontró conflicto donde Zea sólo vio cohesión ideológica de una clase social y que el trabajo de Hale ofrece una explicación general de la ideología del Porfiriato.



María y Campos menciona que en una perspectiva revisionista, el siguiente recurso es recurrir a la búsqueda de nuevas fuentes que permitan una reinterpretación del grupo de los científicos y probablemente también de algunos aspectos del Porfiriato. Además, menciona que debido a que el trabajo parte de las vidas particulares de los científicos, tuvo que recurrir a memorias, datos autobiográficos, diccionarios biográficos, cartas, correspondencia diplomática, archivos notariales, oraciones fúnebres y discursos, entre otras fuentes. Este material fue utilizado y evita establecer supuestas relaciones causales entre los factores económicos y los procesos sociopolíticos; intentó darle un peso proporcional a la ideología, aspiraciones, prejuicios y costumbres.

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